(Una anécdota abanquina)
Con un montón de
carretillas, calaminas, rollos de mallas metálicas y de alambres de púas, tubos
PBC de todos los grosores, wáteres,
lavatorios de loza y aluminio, sogas de plástico, picos, palas y otros
productos que estaban ocupando más de la mitad de la vereda y con un pequeño
letrero que rezaba: FERRETERIA
OSCCOMAYTA, se anunciaba ese negocio, que para el entender de su
propietario, pero sobre todo para que entiendan muy bien todos los clientes,
ese local representaba un establecimiento bien ensamblado y por tanto muy
próspero.
Como quiera que
esa clase de negocios se instalan y perviven porque le da ganancias a la
burocracia municipal y otras coimas que deben pagarse por aquí y por allá, y
porque la ley lo permite no tienen precios fijos, porque están montados para
enriquecer fácilmente y hasta sin causa a sus codiciosos propietarios, es que me paseé por aquella avenida entrando
a varios de ellos cotizando, porque en estos tiempos de todos modos hay que
cotizar sino quieres que te estafen.
De modo que por
el mismo caño que según todos esos improvisados ferreteros era “italiano
legítimo” porque en la manija de su válvula decía: “ITALY”. En uno me pidieron
17 soles, en otros 20, en otros 25, pero con rebaja a 20 y que aprovechara la
oportunidad “porque no estaba el dueño”, hasta que entré a uno donde el
propietario me dijo “15 soles señor”.
Como se trataba
del mismo caño decidí comprarlo en esa tiendecilla llena de productos chinos,
hasta que de un lugar que no podía adivinar, porque no sabía si salía de donde
estaban amontonadas unas carretillas, unas calaminas, varios tubos de PVC o
sabe dios de que oscuro sucucho que estaba detrás de unas sucias vitrinas
igualmente abarrotadas de ferretería china, se escuchó una mandona vocecilla.
–¡Sonso, eso cuesta 20 soles! ¿Sigues
borracho no? ¡Perro y mierda!, anoche te has gastado la plata chupando con esos
desgraciados y ahora quieres regalar la mercadería.
El hombre se
quedó paralizado y quizás hasta se hubiera puesto pálido, sino fuera porque
desde su infancia había sido quemado por el frio de las punas, limitándose casi
tembloroso a retirar de mi vista el caño que me estaba alcanzando al momento
que me vio con la billetera en la mano.
–¡UN
MOMENTITO, ESTOY TRATANDO CON EL HOMBRE DE LA CASA! –Le dije casi gritando
y solo por molestar a esa adefesiosa vocecilla.
–¡Qué hombre ni que hombre, eso cuesta
20 soles! ¡Si no tienes plata o no quieres pagar su precio! ¿Para qué has
entrado? –Refutó la mujer.
–¡Contigo no estoy haciendo ningún
negocio, así que cállate nomás! Además no por gusto soy de la policía –le dije
con ganas de ponerle sabor a esa pendencia, porque de antemano ya sabía que el
hombre que estaba como congelado, no me vendería nada.
–¡A mí que mierda me importa! –Me gritó
con mucha firmeza y hasta con desprecio.
–¿Así que no te importa que yo sea de la
policía? –Le pregunté fingiendo una voz muy molesta y para seguir
fastidiándola, le grite al aterrado vendedor. –¡¡DOCUMENTOS!!
Entonces desde
casi el subsuelo se levantó una enana de menos de un metro treinta de estatura,
para gritarme –¡Ustedes, Essalud, la SUNAT, la municipalidad, Defensa Civil, el
Ministerio de Trabajo y este borracho y mierda ya me han robado bastante! ¿A ver si eres policía
muéstrame tu carnet?, porque en primer lugar tú no tienes pinta de tombo y
porque además ya me conozco a todos.
Me salí de ese
lugar riéndome de buena gana, mientras la furiosa “chinchillica” se puso a
golpear al “sacolargo” con un enorme desatorador de baños de casi su tamaño,
gritándole en aymara, insultos que jamás podré entender.